Desperté.
Después de un largo tiempo de transe, con los ojos cerrados.
Desperté,
gracias a tus gritos, que gritaban mi nombre separando el viento.
El día
está opacado por nubes. Y la soledad… la soledad sigue ahí, esperándome hambrienta
y sedienta.
¿Qué
esperas? ¿Qué más queres de mí? Ya desperté.
Miré
por la ventana queriendo no ver. Pero la curiosidad me abrazó, y el deseo de
saber que me esperaba al salir por la puerta se me hacía irresistible.
Hice el
primer paso para seguir la rutina de todos los días. Mismo café, misma cantidad
de cigarrillos, las mismas caras, las mismas voces, siguen las nubes, nunca
llueve, pero siguen las nubes. Y tus ojos… tus ojos ya no me miran, se
apagaron, no quieren abrirse.
¿Qué me
esperará mañana? Seguramente lo mismo que hoy y que ayer. Lo mismo de todos los
días. Buscando lo que busco todos los días. Esperando nada, queriendo todo.
Voy a caminar lejos, hasta saber que estoy en un lugar que no conozca, del que no vuelva. Donde la música sea el aire, y el sol tu voz.
Buenos días. ¿Cómo estás hoy?
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